trabajando en casa

Para muchos es un sueño, para mí, simple necesidad: trabajar a distancia, desde casa o donde sea, eso sí, sin pisar una oficina, sin estar atado a ningún lugar.

Me gusta estar con amigos, charlar con la gente, salir a tomar algo… No me considero una persona asocial, pero si hay algo que no me gusta es tener que trasladarme a una oficina para trabajar desde allí.

Bueno, no solo es que no me guste, sino que cuando te gusta viajar y además tienes hijos, simplemente no puede ser.

Y de todas formas, la oficina es un lugar donde encontrarse, donde hacer política, dejarse ver, pero ¿para trabajar?

Si quiero trabajar, para mí, lo mejor es meterme en una habitación o llevarme el portátil a algún lugar y no dejar que nadie me interrumpa.

Llevo muchos años trabajando desde casa y los últimos dos años viajando también, por lo que en mi experiencia esto es perfectamente posible.

Mucha gente me cuenta que no entienden cómo puedo hacerlo.

Yo creo que tampoco es para tanto, que todo es cuestión de proponérselo y empezar. La clave está en adquirir los hábitos necesarios, integrarlos y en menos de lo que imaginas, estás haciéndolo.

En mis principios emprendedores trabajé desde casa, luego monté una oficina para mi negocio y estuve yendo durante varios años. Pronto me cansé y volví a trabajar desde casa.

Ahora ya lo único que necesito para trabajar es un portátil, no me importa que sea en una isla perdida o en un cibercafé, en un aeropuerto, en un parque o en el hotel, solo o mientras mis hijos juegan a mi lado.

Nuestra organización familiar ha sido así: desde que nació el primer hijo que tengo con Isabel ha sido ella quien se ha ocupado predominantemente de los niños. Por decisión mutua ha sido ella la figura a la que los niños (o bebés en su momento) han podido recurrir siempre que necesitaban algo. Esto me ha permitido a mí poder continuar a full con mis proyectos de emprendimiento.

Los niños han crecido viéndome trabajar en casa, por temporadas incluso en medio del salón. El mayor desde sus 3 años y la pequeña desde que nació. Porque ese fue el momento en que decidimos que estaría en casa con ellos.

El hecho de pasar buena parte del día frente a la pantalla, aunque ellos estén rondando alrededor, ha sido parte cotidiana de nuestra vida familiar.

Con la ventaja de tener mucha disponibilidad y flexibilidad: siempre hemos podido organizar viajes en medio de la semana, salir de compras o gestiones en mañanas de trabajo.

Mi pareja, Isabel, también ha podido tomarse tiempo para ella regularmente. Probablemente si yo hubiera seguido trabajando en oficina la coordinación entre nosotros hubiera sido más difícil. Mi tiempo libre se hubiera visto reducido y con ello la flexibilidad familiar.

También, desde hace dos años, aunque soy yo el que trabaja predominantemente y tiene la principal fuente de ingresos, mi pareja Isabel comenzó su proyecto personal, que es precisamente este blog 🙂

En definitiva, el trabajar en casa (o donde quiera que nos encontremos) nos permite ser muy flexibles y coordinarnos para que toda la familia tenga tiempo para sus (nuestros) proyectos.

Pero dejemos de hablar de mí y mi familia y vamos también a lo general.

La tecnología nos permite trabajar desde casa

Cuando dices que vas a trabajar en casa, muchos se refieren al problema de la concentración y las muchas distracciones.

En mi opinión no debería ser un problema mayor que si trabajas en una oficina, con jefes, máquinas de café, paraditas para fumar un cigarro y compañeros rondando. A pesar de ello, vamos a tenerlo en cuenta.

La parte sustancial de este forma de trabajo, eres tú mismo. Tienes que mentalizarte y olvidarte de todo lo que te rodea, concentrarte en que nada de lo que está sucediendo a tu alrededor importa. Puede parecer duro, sobre todo si alguno de tus hijos está gritando o llorando (aunque haya quien les atienda), pero realmente tiene que ser así, sobre todo al principio (la realidad es que sí, yo también, a veces si mis hijos están llorando paro ;-)).

Por alguna extraña razón (bueno, quizás no tan extraña si lo miramos desde un punto de vista evolutivo) los hombres tienen menos problemas con esto que las mujeres, quienes parecen tender a ocuparse de más cosas y pierden concentración.

Otra parte importante es tu pareja. Es todo un reto aceptar que estás ahí trabajando, ignorando todo lo que ocurre a tu alrededor y aprender a respetar tu tiempo de trabajo pase lo que pase.

Esto a menudo no es fácil, sé por experiencia propia que puede convertirse en un punto de disputa, así que es importante hablarlo y dejarlo bien claro, saber cuáles son las reglas y quién se ocupa de qué.

Una vez hablado, hay que estar por supuesto dispuesto a volver a tratar y renegociar el tema cuantas veces sea necesario.

También están los hijos. Tiene que estar claro que aunque mamá o papá estén físicamente en algún sitio, es posible que no estén disponibles, pero que no es nada personal contra ellos.

Este punto requiere mucha paciencia y dependiendo de las edades que tengan los niños, puede resultar una misión imposible. Si son demasiado pequeños, la única manera de que no reclamen tu atención, es desaparecer de su vista, así que por un tiempo, es posible que tengas que ir a trabajar a un lugar en el que ellos no puedan verte.

Una vez que se hacen algo mayores la cosa cambia, si creas una reglas claras, funciona.

A mí desde luego me ha funcionado, aprender de mi propia experiencia, prueba y error. He ido ajustando reglas y fluyendo dependiendo de las circunstancias de mi vida, de la de la familia.

Sin embargo, también me ha resultado muy enriquecedor hablar con otras familias que han decidido trabajar desde casa, sus puntos de vista siempre han aportado algo valioso para mí. Por eso he recopilado una serie de entrevistas en las que comparten su experiencia. Las tienes a continuación.

Laura y Ricardo

Laura y Ricardo, tienen dos hijas de 9 y 6 años (bueno, esa era la edad cuando les entrevisté, que ya hace un tiempo). Para ellos, la clave fue hacerlas partícipes de la decisión. En palabras de Ricardo:

“Después de nuestra última mudanza, les planteamos cómo iba a ser la organización y les preguntamos cómo lo veían. Dijeron que bien.

Eso sí, tampoco habían conocido otra cosa hasta entonces, solo la mayor un poco. Supongo que como siempre han conocido esto, lo ven como algo natural.

Trabajar forma parte de la vida familiar, como puede ser lavar la ropa, preparar la comida o cualquier otra cosa. Todos tenemos nuestro espacio.”

Ellos han necesita delimitar de alguna forma el espacio, para encontrar privacidad y crear un ambiente propicio para la concentración: “El estudio de la planta de arriba es el sitio de trabajo. Allí no hay juguetes, podemos pedir a las niñas que se vayan si necesitamos tranquilidad, es un espacio separado.

Siempre hemos vivido en casas con mucho espacio, de forma que no hemos tenido que sacrificar espacio familiar para trabajar. De esta manera, aunque el espacio está abierto y las niñas pueden ir, generalmente no lo hacen. Si fuera una casa más pequeña, quizás sería más difícil.

Yo no podría trabajar en casa si tuviese que hacerlo en el salón, en una zona compartida. Por la concentración, por no tener distracciones y por tener un espacio que siempre esté disponible, no tener que montar el espacio de trabajo cada vez que trabajo es importante para mí.

Mi trabajo es mucho de ordenador, pero también tengo mis papeles y libros, y necesito tenerlo todo controlado, lo que se dice una mesa de trabajo ordenada.

Creo que a Laura le ocurre algo parecido.

Poder llegar y ponernos a trabajar nos ahorra mucho tiempo, nos levantamos y trabajamos.

Además, es muy útil disponer un espacio así en casa porque puedes trabajar cuando quieres. Por ejemplo, puedes trabajar por la noche, cuando no recibes mensajes ni llamadas y nada te puede interrumpir. Esta es una de las mayores ventajas, que eres tu propio amo y puedes organizarte con mucha más flexibilidad.

Un punto importante para poder trabajar en casa es que tienes que crear tu propia disciplina para no trabajar más de lo que quieres. En mi experiencia, trabajando en casa es más fácil tender a alargar la jornada que a acortarla.”

Me interesaba también saber qué es lo que Ricardo y Laura habían probado y que no les funcionó. Además del espacio, de tener un sitio propio, Ricardo destaca la importancia de la presencia: “No me ha funcionado compaginar el trabajo con atender a mis hijas. Si estás con la familia, tienes que estar al 100%, si no, si tienes expectativas de terminar algo de trabajo, te genera mucha ansiedad, no atiendes a las niñas, respondes mal, estás molesto, el trabajo se resiente. Para mí, es importante tener claro cuándo estás trabajando y cuando no. Mezclarlo es el camino al desastre. Organización es lo que nos funciona.”

Jaume y Aitana

Jaume y Aitana tienen tres hijas y ahora que las niñas han crecido, los dos están trabajando desde casa. Sin embargo, cuando eran más pequeñas, solo lo hacía Jaume, mientras que Aitana se encargaba al 100% de atenderlas a ellas y tan solo dedicaba algunas horas al desarrollo profesional.

“Hasta que la más pequeña cumplió los tres años ella estuvo al 100% con cada una de ellas y yo lo que podía, que siempre ha sido bastante más que lo que hubiera podido trabajando fuera. Podemos por ejemplo desayunar y comer todos juntos, cosa que de otra manera sería imposible pues los horarios no cuadrarían.” Afirma Jaume.

Ellos también han reservado un espacio para trabajar: “…  desde el principio les hemos dicho que cuanto estamos allí trabajando si evitan interrumpirnos estaremos antes con ellas. Esto a veces funciona y a veces no, claro. Siempre hay situaciones «urgentes» en las que no pueden evitar interrumpir. Al ser un trabajo que requiere concentración la opción que se ve en tu foto no es muy viable, pues meteríamos mucho la pata. Cuando son bebés estar los dos trabajando al mismo tiempo solo es posible en las siestas, salvo que los dejes encarados a la tele que no era una opción en nuestro caso.”

Para las niñas, esto es lo normal:”Trabajo en casa desde que la mayor tenía 3 años, y ahora tiene casi 11, por lo que es lo que han vivido siempre. Aitana empezó algo más tarde y cuando ella está trabajando, como lo hace de una manera más libre en horarios que yo eso del «no molestar» lo respetan menos con ella que conmigo.

Yo trabajo por cuenta propia y ajena y tengo un horario que cumplir en la segunda parte. En ese horario me aíslo completamente y ellas lo saben. En la mayor parte este horario coincide con su horario escolar, pero cuando están en casa normalmente ni se dirigen a mi cuando me ven arriba y con los auriculares puestos. A veces no estoy escuchando nada en ellos pero el hecho de llevarlos puestos parece que frena un poco el impulso de llamar por cualquier cosa… Cuando ya pasa ese horario y estoy en la franja de «por cuenta propia» la cosa cambia y ya es otra historia. Aunque les digas que estarás antes con ellas si esperan un poco a que termines que si te interrumpen a veces es imposible que no lo hagan.

Otro recurso que uso es madrugar mucho para tener dos o tres horas en la madrugada para mis proyectos en los que la tranquilidad es total y la concentración mayor.

La parte más problemática es el verano, aunque cada vez menos a medida que van creciendo y su juego es más autónomo.”

Siempre escucho que en nuestro discurso mental a la hora de tomar una decisión como está, aparece el cómo se lo tomarían los niños, ¿realmente les gustaría ver a sus padres trabajando desde casa?, ¿se adaptarán?… ellos suelen estar encantados aunque, según cómo haya sido su experiencia anterior, pueden tardar un poco en acostumbrarse. También debemos tener presente que nada es para siempre, y que cada cierto tiempo deberás replantear espacios o situaciones.

En este sentido, Jaume nos contó: “Nosotros no les hemos explicado mucho porque es con lo que han crecido. Sí que hablamos de ello y aunque a veces se enfadan porque estamos en casa pero es como que no estamos, lo valoran como un privilegio. Van creciendo y ven como quien no tiene esta opción tiene más problemas para encajar horarios con sus actividades, menos tiempo para estar en familia, etc. y les gusta eso de que acabemos de trabajar y tras bajar las escaleras ya estemos «en casa». Creo que lo viven como una gran ventaja para ellas.”

Jaume nos ha hecho una lista de lo que sí y lo que no funciona en su casa:

  • Funciona:

Tener un rincón para trabajar, no tener el ordenador en cualquier parte y sentarse a ratos a «hacer algo». Puede que en otros ámbitos sí que funcione pero no en el nuestro en el que hay que estar atento a los detalles.

Aunque tengas libertad horaria definir un horario aproximado, para (salvo urgencias) evitar que todo el día se convierta en «horario laboral», aunque al final todo se acaba mezclando mucho y el corte entre horario laboral/personal se diluye mucho.

Explicar 1.345.456 veces que todos ganamos si esas cosas tan importantes las guardan para dentro de un rato y cuando acabemos con el trabajo las vemos. Al principio parece que no sirve de nada, pero poco a poco va calando y al final algún efecto tiene.

  • No funciona

Como decía trabajar «mientras haces otras cosas», aunque creo que eso dependerá del tipo de trabajo.

Intentar atender a las niñas mientras trabajamos. Ni hacemos bien una cosa ni la otra.

Yvonne

Yvonne, también eligió trabajar desde casa, su pareja forma parte de su proyecto y tienen tres niños. Ella nos habla acerca de la importancia de que la madre esté cerca de los hijos los primeros años de vida: “Creo que la madre tiene que estar los primeros años de su vida. Los niños piden mamá por diseño, por biología. Otra cosa es que no estemos todo el tiempo que el niño nos pide o necesitan. A lo mejor se queda papá, otra persona amorosa o se queda en un proyecto educativo. Sin embargo, lo que realmente necesita los 3 o 4 primeros años es estar con su madre. No desde mi juicio, sino desde la necesidad infantil.

A veces, a las madres, esta necesidad del niño nos ahoga, y tenemos que ver cómo podemos conciliar la necesidad el niño con la de la madre. Luego pasada esa primera fase, con seis o más años, a los niños les puede dar igual con quién estar.”

Yvonne nos muestra otro esquema, uno bien distinto al que sociedades como la nuestra estamos acostumbrados: “Durante la primera etapa, los primeros ocho años, mi marido era el que traía el dinero y yo me quedaba en casa, haciendo alguna cosilla desde casa, pero poco.

Cuando la pequeña tenía cinco o seis años invertimos los roles. De forma que la que lleva el sostén económico soy yo, con la ayuda de mi pareja, que es el que lleva la parte técnica. Él ahora es quien se ocupa de la casa y de los niños.”

Le pregunto si ve posible que desde un principio, sea el papá el que se queden en casa y, aunque aclara que no le gusta dar consejos, nos dice: “¿Cómo haría el papá? Pues como la mamá, pero sin poder dar de mamar, claro. Tendrá que estar presente, amoroso, dedicado… otra cosa es que el niño o la niña se conforme con que se lo dé el papá, y no prefiera o necesite mamá. Dependiendo del caso, necesitará más o menos mamá, pero los niños lo que necesitan es amor, es atención, es juego, es disponibilidad. Si el papá está dispuesto a dar todo esto, yo creo que los niños pueden tener todas sus necesidades cubiertas.”

Los hijos de Yvonne se fueron adaptando poco a poco a este cambio de paradigma: “Nunca he empezado a trabajar cuatro horas seguidas, ha sido muy paulatino, casi que no lo han notado, porque yo ya me tomaba tiempo libre para hacer yoga, pasear, etc. Lo único que ha cambiado, es que el tiempo que me tomaba para mí misma, lo dedicaba a hacer una terapia, o un mastermind. Ahora ya sí tengo una agenda. Como tengo la tribu de madres conscientes, ya sí que he fijado unos horarios. Pero por lo general, no son más de cuatro horas al día. Me puedo compaginar.

Saben que tenemos esta ventaja, que mamá puede trabajar desde casa. Estaba la opción de trabajar fuera o en casa, y hemos preferido que sea de esta forma, desde casa. Ellos lo saben, y no interrumpen. Saben que si estoy en una sesión, no pueden interrumpir. Si estoy escribiendo, sí que pueden entrar, salir. Lo explicamos en cada caso.”

Mónica

Mónica es otro ejemplo, muy distinto también. Ella está separada, tiene dos hijos, trabaja desde casa y comparte la custodia con su ex pareja, lo que le deja tiempo para poder organizarse.

“Fui aprendiendo con la experiencia de mi ex pareja, quien lleva ya años trabajando desde casa. Yo siempre trabajé en una oficina, hasta que decidí renunciar para poder mudarnos y llevar una vida más acorde a lo que queríamos. Por aquel entonces empecé con algunas colaboraciones puntuales, nada fijo, sin embargo, cuando me separé tuve que volver a activar mi economía y mi vocación y tuve claro que quería trabajar desde casa, que quería seguir participando en la crianza de mis hijos y una oficina, ya no era una opción para mí. A eso se le añadió un cambio de país, así que aún estoy en proceso de descubrir el método que nos funciona.”

Ella vivió la experiencia de trabajar fuera de casa y por las tardes estar dedicada a sus hijos mientras su entonces marido, se centraba en el trabajo a tiempo completo.

“No era fácil. Él estaba, pero no estaba y tuvimos muchos conflictos por eso. Los niños lo interrumpían y yo en ocasiones estaba saturada. Tuvieron que pasar algunos años para que todos comprendiéramos la situación y pusiéramos de nuestra parte para llegar a acuerdos óptimos para todos… pero ya te digo, que requirió de muchas conversaciones y cambios. Ahora ya separados, ambos trabajamos desde casa, los niños han crecido, pero aún son pequeños y si estás solo en casa con ellos, la cosa se complica, no tienes con quien compartir las tareas.”

Para Mónica los tiempos son variables por su situación particular, lo que la obliga a ser muy flexible: “Pese a que una semana los niños están con su padre y otra conmigo, siempre hay cosas pendientes y el trabajo, no siempre puede esperar. Cuando están en casa trabajo por las mañana y despejo las tardes para estar con ellos, a veces también tengo que dedicar un rato las noches, aunque no me gusta hacerlo, necesito descansar para poder seguir al día siguiente y tengo comprobado que resulta contraproducente forzar la máquina.”

Dice que los niños están felices de tener a sus padres en casa, lo valoran mucho porque recuerdan épocas en las que ambos han trabajado fuera de casa y no les gustaba en absoluto, aunque aún esté buscando el equilibrio.

“He visto cómo a mis hijos les cuesta más respetar mi tiempo y mi espacio dedicado al trabajo, que el de su padre. Por un lado, supongo que a él lo han visto siempre así; por otro, debo admitir que a mí me costó más poner límites y no atender a sus demandas cuando dedico tiempo para trabajar… hablo de cosas no urgentes, entiéndeme. Cuando me ven frente al ordenador, parece que se les enciende un chip y siempre necesitan algo. Poco a poco han ido comprendiendo.”

Concluyendo

Ya veis, existen muchas maneras de hacer, de organizarse, lo más importante es tener ganas de hacerlo y, luego, experimentar con ello, porque solo tú sabes si necesitas un espacio aislado o no, cómo compartes con tu pareja los tiempos, cómo se lo dices a los niños… en fin, cada familia es un mundo y la clave consiste en encontrar lo que a cada uno os haga sentir bien.

En el próximo artículo hablaré de algo que despierta mucho interés entre las familias: viajar.

Para muchas familias viajar y conocer otros lugares es un sueño lejano, inalcanzable por su coste y porque quién puede permitirse dejar un trabajo fijo o más o menos seguro para introducirse en lo desconocido.

¿Cómo vas a vivir sin los ingresos que tienes en tu país de origen?

Ahora que nosotros lo hemos estado haciendo, me gustaría explicarte por qué no pienso que viajar sea una locura y por qué puede en realidad ser una gran ventaja, una gran oportunidad, incluso desde el punto de vista económico.

Si quieres saber más, no te pierdas el próximo artículo 🙂

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