No siempre podemos viajar. A veces no tenemos tiempo, o no podemos permitírnoslo, o nuestra pareja no quiere, o el trabajo nos ata, o nuestros hijos no tienen ganas…

Y sin embargo nosotr@s ardemos en deseos de ver otros paisajes, escuchar otras lenguas, probar sabores nuevos, perdernos entre callejuelas desconocidas, sentir el sol (o la nieve) en nuestro rostro…

¿Pero sabes qué? Que viajar es posible sin movernos del sitio.

Se llama viaje a la inversa. Así lo hemos bautizado en Irabela’s.

Nosotros nos hemos sacado el término de la manga, pero no el concepto.

Viajar a la inversa es algo que nos ocurre a menudo. A veces de manera espontánea. Otras veces, conscientemente, nos organizamos para que sea parte cotidiana de nuestra existencia.

El viaje a la inversa ocurre cuando son personas de fuera las que traen el viaje a tu casa. Encontrarte con ellas supone vivir mucho de lo que vivirías si te hubieras desplazado tú a su lugar.

El viaje a la inversa a veces se da en nuestro sofá, otras en nuestra habitación de invitados  y otras en esa caravana o esa yurta que un buen día colocamos en el jardín.

A veces son amigos de amigos los que vienen a nosotros, otras son amigos nuestros, otras nos conocen a través de Couchsurfing, otras por AirBnb, otras por Facebook…  Las posibilidades son infinitas.

¿Te apetece viajar a la inversa?

Pues te llevamos: de la mano de 8 bloguer@s. Muchos son viajeros consagrados, otros no tanto.

Pero todos han descubierto el valor del viaje a la inversa en sus familias.

Te dejo con 8 relatos que te transportarán. Puedes acceder directamente a cada relato en el enlace correspondiente. O simplemente leerlos todos seguidos.


“Cuando el mundo llama a tu puerta” – Nosaltres4viatjem

Normalmente asociamos el viaje con el desplazamiento hasta tierras lejanas, hasta lugares en los que vemos y conocemos a otras gentes y otras culturas, en donde contemplamos y disfrutamos paisajes insólitos y rincones exóticos.

Pero la mayoría de nosotros empezamos a viajar mucho antes de salir de casa. Quizá empezamos siendo aún niños y niñas, con los cuentos y los libros que nos leían, primero, y con las novelas que devorábamos con ansia sobre una tumbona durante las vacaciones estivales. Quién no recuerda aquellos comienzos… “Había una vez un reino…” o “Era una vez, en un país muy lejano…”.

Después vinieron los viajes de verdad… Aquellos nervios en el estómago, aquella incertidumbre ante lo desconocido, aquel descubrir lo inabarcable del todo y la libertad absoluta del simple vagabundear. Y, con todo ello, la experiencia de haber sido acogidos, en una tierra extraña y haber aprendido, con gratitud, el valor de la hospitalidad.

Es a partir de entonces –y solo desde ese preciso instante- cuando estás en condiciones de afrontar un tercer modo de viajar, quizá el más generoso de todos y el que mayor recompensas te reporta, otro tipo de viaje que no requiere desplazamiento alguno pero que exige una mente y un corazón tan abiertos y inconmensurables como el mundo entero. Es entonces cuando estás listo para ser un buen anfitrión para los viajeros que vagan por el mundo.

Recibir en tu casa a alguien que va de viaje, a un trotamundos cualquiera o a una atrevida aventurera transfronteriza, para que duerman en tu sofá, se sienten a tu mesa o compartan tu baño supone convertir tu casa en un refugio, en un hogar para peregrinos, en una posada en el camino.

Quien llega así trae en su mochila recuerdos de todas las etapas de su viaje. Y los comparte gustoso contigo, como si fuese una fruta madura, recién cogida del árbol. Su mirada, alegre e intrépida, te contagia ese deleite simple y genuino que nace de disfrutar del instante fugaz, del paisaje sobrecogedor y de la expectación de lo nuevo.

La disparidad de idiomas, aún pareciendo un obstáculo, se convierte en una oportunidad para establecer una comunicación más directa y empática, a través de una complicidad de gestos elocuentes y emociones cálidas y envolventes.

Tu rutinaria cotidianidad, aún viéndose alterada por un encuentro que empieza como una irrupción, concluye con una revalorización de lo normal de tu vivir diario.

El simple hecho de ofrecer un hogar a quien lo necesita te hace consciente del inmenso valor del hecho aparentemente trivial de sentarse juntos alrededor de una mesa y de ofrecer a otros, generosamente, la comida que has preparado con tus propias manos.

Viajar, pues, no es solo ir a ver mundo. También es que el mundo llame a tu puerta y que tú le abras.


“De imanes, velcros  y gomillas” – El vuelo de Apis

Siempre nos ha encantado abrir  puertas y ventanas a todo el mundo. Vivimos en Sevilla, en la tercera planta de un edificio ya viejo, con más de 50 años, 90 m2 y una habitación reservada para invitados.

El año antes de irnos a recorrer Sudamérica en familia decidimos llenarla de viajeros, empaparnos de su espíritu nómada sintiéndonos honrados de poder ofrecerles un refugio donde descansar las botas después de tantos kilómetros, un hogar donde añorar el hogar que dejaron atrás, una mesa llena de comida recién hecha y una cama limpia en la que reposar sus cuerpos llenos de lugares, emociones y personas.

Somos mega-fans de la palabra “hogar”. Un viajero en casa es un viaje en la mente; o muchos; o muchísimos. Así que hicimos un pequeño rastreo por blogs de viaje y a todo aquel que anduviera a menos de 500 Km de Sevilla le invitamos a casa.

Pero se nos fue la mano y ocurrió que un fin de semana aparecieron por casa 3 familias. A ninguna dijimos no. Por suerte 2 de ellas viajaban en su propio camper de manera que dormían abajo en la calle, dentro de su vehículo y nos reuníamos para comer todos en casa.

Una maravillosa locura. Fue así como conocimos estos 3 proyectos viajeros.

Luis tiene una pasión oculta: le pirran los imanes. Tuvo que pasar más de hora y media de conversación para que confesara. Pero lo hizo. Acto seguido cogí alguno de los imanes que sostenían notas en mi nevera y se los envolví para regalo. Desde que en 2009 decidió iniciar una vida nómada junto a Lacey (su pareja), Luis fue alimentando su incontestable magnetismo personal llenando la Sprinter de polos positivos y negativos. Juntos son el proyecto Lost World Expedition.

Pablo interrumpió a Luis y entonó su “oda a las gomillas”. Si, las marroncitas circulares de toda la vida. Dice que son imprescindibles para cualquier viaje. Las expuso a un combate con los imanes del que salieron victoriosas: son multifuncionales, apenas ocupan y solucionan problemas de almacenamiento, sujeción y cerrado de paquetes.

Desde que inició su aventura low cost-medoambiental  junto a Bea, las llevan a todas partes. Hay una súper-gomilla gigante e invisible que ya nos mantiene unidos. Se llama amistad y la hemos ido alimentando con los kilómetros. Juntos son el proyecto viajero Verde por dentro. Otra charla-reflexión para mi cole.

Entonces intervine yo, Andrés y, por chinchar un poco, me marqué un soliloquio pro-velcro: estos sí que cierran y agarran bien. Combinan la fuerza del imán con la flexibilidad de la gomilla. Su conocido sistema de ganchitos es capaz de resistir el insistente traqueteo del duro asfalto. Otro mini gadget analógico imprescindible para viajeros.

En realidad nunca los usé pero prometí hacerlo. Mentí. Desde que Ingrid y yo empezamos a gestar nuestro proyecto (El vuelo de Apis) de viaje a Sudamérica, nunca imaginamos que semejantes artilugios fueran imprescindibles.

Por si fuéramos pocos, aquella mañana también estuvo la familia de Ryan y Emi con nosotros. Les conocimos hace unos 5 años, pasaban por Sevilla y les llevé al cole para que dieran una charla. A partir de ahí surgió una amistad especial que seguimos alimentando hoy. Por supuesto, también durmieron en casa.

Ellos decidieron cambiar una exitosa carrera en las altas finanzas neoyorquinas por una vida familiar, ecológica y nómada, mucho más austera, plena y feliz.  A las pocas semanas de conocerles nos fuimos juntos de viaje a Marruecos y en la cálida soledad del desierto marroquí descubrimos que California y Sevilla no están tan lejos. Tienen 3 hijos (Oliver, Kendley y Eneko) y juntos  son el proyecto de vida Olivertheworld.

No perdimos el tiempo. En aquellos meses conocimos a muchos viajeros más, todos muy amigos hoy.

Pablo Olías, de Titiribici; Rafa y Noe de Un millón de elefantes; nuestros queridos amigos uruguayos Ana, Martín e hijos, del súper proyecto Road4world; Nati, Javi e hijos, de Autocaravana en familia; Angel, Au e hijos, del Proyecto Meraki; Toti de Sonrisas Nómadas; Antonio G, de Inteligencia Viajera; la familia de Julio y Elena de 4 por el mundo; Pilar y Tito del proyecto solidario MOU.

Seguro que se me olvida alguno.

Con ellos nuestro proyecto creció y varió el rumbo  hasta que encontró la brisa constante y necesaria de las abejas.  Las redes sociales nos dieron la oportunidad, impensable en otra época, de contactar e interactuar con todos ellos y acercarles a casa. Y ese es un regalo increíble que justifica, per se, todo el camino recorrido.

No son una especie aparte, son personas de carne y hueso que un día tuvieron la lucidez y valentía de seguir su propio camino, sin importarles salirse de la senda marcada para explorar una nueva vida.

Hoy más que nunca, después de haber convivido con 83 familias en Sudamérica, entendemos el verdadero significado de la palabra “hospitalidad”. Ellas nos lo enseñaron ofreciéndonos todo a cambio de nada.

Si algún día te cruzas alguno, ábreles las puertas de tu casa y de tu corazón, haz tu propio viaje a la inversa y trata de no hacerles las mismas preguntas; no insistas en sospechar sobre su patrimonio, no son ricos.

Luego déjalos ir, algo te mantendrá por siempre unido a ellos. Confía en sus palabras y créete lo que te cuentan de los lugares que vivieron. Son diferentes, valientes y hermosos. Todos y cada uno de ellos viven en su  particular universo de imanes, velcros y gomillas.


 “Parte de la magia” – Magia en el camino

Empezamos a hacer couchsurfing en el 2007, tres años antes de comenzar nuestro primer gran viaje. Sentíamos que era una manera de que pedacitos de mundo entren a nuestro hogar. No habíamos hecho muchos viajes por lo que había muchas cosas que ahora nos parecen casi cotidianas, pero que en ese momento no lo eran.

Entre nuestros primeros visitantes estaban Witold y Marta, una pareja de polacos. Apenas llegaron a casa, se quitaron los zapatos, una costumbre que nosotros nunca habíamos visto. Nos explicaron por qué lo hacían y nos pareció muy bueno. Luego, en nuestros viajes, veríamos que es una costumbre muy arraigada en varios países.

Esa misma tarde que llegaron se dieron una ducha. Después de la ducha, colgaron la toalla en el balcón y nos sorprendió el tamaño y lo poco que pesaba: era la, ahora para nosotros famosa, toalla de secado rápido. Pero hasta ese momento no sabíamos de su existencia. Puede parecer raro, pero en Argentina no hace mucho que contamos con todos estos elementos viajeros tan prácticos.

En una de las cenas los invitamos a comer la “verdadera” pizza argentina. Entonces ellos, en agradecimiento, al otro día cocinaron una “verdadera” sopa polaca. Era la primera vez que comíamos una sopa fría. Para nosotros la sopa siempre había sido caliente.

Estos tres pequeños sucesos nos empezaron a mostrar lo lindo que iba a ser viajar y todo lo que íbamos a aprender. También nos enseñaron que muchas de las cosas que para uno son normales o cotidianas, para otros pueden no serlo.

Más allá de aprender estas cosas, logramos crear con ellos una hermosa amistad. Después de casi tres años, estábamos por Polonia y nos desviamos hacia Lodz solo para verlos a ellos. Nos recibieron como si fuéramos hermanos, paseamos, aprendimos a cocinar comida polaca y, cuando nos despedimos, se nos escaparon algunas lágrimas.

Esto es parte de la magia que tiene el camino.


 “Viajando a la inversa en comunidad” –Caracoles Nómadas

Para nosotras, viajar a la inversa es una experiencia que nos enriquece tanto como viajar al uso. Hemos recibido visitas de personas de otros lugares en diferentes ocasiones en nuestras vidas.

La época en la que más habitualmente recibíamos a personas de diferentes nacionalidades y culturas en casa, fue cuando vivíamos en Arterra Bizimodu.

Durante 2 años vivimos en una comunidad intencional en Navarra, una experiencia parecida a la de Isabel y Adrian en Koh Phangan, un coliving permanente, un grupo de 20 familias, casi 60 personas entre peques y adultas.

Arterra Bizimodu se crea en un antiguo colegio de los años 50. Después de su cierre como colegio fue reformado y se transformó en un apartahotel rural, pero el negocio no superó la crisis del 2008 y quedó cerrado y abandonado.

En 2014, un grupo de familias con un proyecto de convivencia intencional decidimos alquilarlo y hacer de aquel enorme edificio, nuestro hogar común.

Dentro del proyecto se instaló la sede a nivel europeo de la red global de ecoaldeas, GEN Europa.

El conjunto de familias y proyectos que integrábamos Arterra aportábamos constantemente visitas, de las que al final disfrutaba todo el colectivo.

Han sido muchas las experiencias de viaje a la inversa vividas durante este tiempo. Hoy en este artículo quiero contarte 3 anécdotas de las que disfrutamos enormemente.

Genny puso orden en la comunidad.

Genny es una mujer italiana, una mujer risueña y muy activa; además Genny es invidente, a raíz de un accidente en su infancia. Ella es la directora de Gen Europa.

Llegó a Arterra a principios del verano del 2015. Se instaló en uno de los apartamentos junto a su compañero Davis, también italiano.

El aprendizaje en la comunidad que surgió gracias a la convivencia con ella fue tremendo, de repente nos hicimos conscientes de la cantidad de cosas que habitualmente dejábamos por medio, lo cual para Genny suponía un montón de obstáculos en su camino.

Genny es una mujer que vive la vida plenamente, con todas sus facultades, aún a falta de la visión Genny no lleva un bastón: con los años y la experiencia, para ella su oído, su tacto y su intuición suplantan el sentido de la vista.

Convivir con ella nos aportó orden en casa, pero sobretodo muchas risas, grandes fiestas acompañadas de charlas y las mejores pizzas napolitanas de la mano de Davis.

Aprendiendo a tocar el violín con Johanna.

Johanna llegó a Arterra para trabajar como voluntaria para el gen durante 3 meses. Una chica francesa, muy joven y con un gran camino recorrido, venía de haber vivido 2 años en China y tocaba el violín.

Pasamos grandes ratos junto a ella. Los más emotivos para mí, las mañanas que se pasaba por el espacio educativo y enseñaba el abecedario y algunas palabras en chino a las peques.

Además supuso un descubrimiento para Dana, nuestra hija mayor, que tenía entonces 6 años, de su primer instrumento musical.

Una vez más, gracias a la visita de Johanna, vimos que la curiosidad por aprender es algo innato para nuestras hijas.

Dana se enamoró de verla tocar el violín, muchas tardes subía un rato a su apartamento, para verla y escucharla al violín, y Johanna le enseñaba como cogerlo e intentar hacerlo sonar.

Convivir con Johanna nos trajo noches de música y muchos ratos de aprendizaje.

Experiencia espiritual, disfrutar del inipi con Charity.

Charity es una mujer chamana, nacida en Sudáfrica. Ella y su hijo Pjer, nacido en Croacia, eran unas grandes compañeras en la comunidad.

Pocos días después de instalarnos en un apartamento, Charity nos hizo a mi y a David una tirada con unas piedras, huesos y monedas para ayudarnos a encontrar nuestro camino.

Charity es una mujer empoderada, con su sabiduría ancestral, su risa salvaje y contagiosa y su piel color ébano te transporta a la profundidad del continente africano.

Movidas por su dedicación al trabajo de curación espiritual, construimos junto al huerto un inipi, con cañas, piedras y mantas.

De vez en cuando, Charity nos convocaba a una ceremonia, donde encendíamos un enorme fuego, calentábamos enormes piedras redondas y después entrábamos en el corazón de nuestra madre tierra, para trabajar y limpiar nuestra energía, para deshacer bloqueos en nuestra vida y salir renovadas.

Tener en casa a una chamana con tanta sabiduría era para mi un enorme privilegio. Aunque a veces el idioma nos alejaba, en otras ocasiones compartir la convivencia nos acercaba y conectaba.

Podría continuar, porque en estos 2 años compartimos mucho con muchas personas. Pero lo dejo para otro día, hoy dejo este espacio para compartir viaje virtual con otras compañeras.


 “No somos tan diferentes” – El mundo de Magec

Nuestra experiencia acogiendo gente a casa podemos decir que en general ha sido bastante positiva. Empezamos compartiendo un cuarto a través de AirBnb, donde recordamos con gran cariño a nuestros primeros huéspedes, que dejaron el listón muy alto. Una encantadora pareja de croatas -Sandra y Lovro- con los que tuvimos una muy buena conexión. De hecho tenemos pendientes devolverles la visita a Croacia en algún momento.

Hemos tenido también otras buenas experiencias en AirBnb, en general casi todas, pero también nos ha tocado alguna no tan positiva. Gente poco comunicativa que creo no entendieron el concepto que intentábamos transmitir nosotros, que no era otro que el de “mi casa es tu casa” y que aunque hayas pagado por un cuarto privado nosotros estamos encantados de compartir espacios y charlas.

Como alguna de esas experiencias nos dejó mal sabor de boca eliminamos nuestro espacio de AirBnb y ahora solo recibimos gente a través de Couchsurfing, donde hemos podido comprobar que, al no haber intercambio de dinero, las relaciones que se crean nos parecen mucho más interesantes.

Hasta la fecha todas las experiencias de Couchsurfing han sido muy positivas. Hemos compartido mesa, conversaciones, excursiones y hasta alguna que otra marcha con nuestros invitados.

Una de las cosas, por lo menos a mi, que más me gusta de los días que compartimos espacios con más gente es ver cómo evoluciona la actitud de Magec, pasando de una timidez absoluta -casi una involución a épocas muy infantiles- para luego ir ganando confianza poco a poco, hasta llegar a tal grado de complicidad con los invitados que luego una vez se van lo ves hasta un pelín triste por esa falta de nuevos estímulos.

Quizás este punto de la relación de Magec sea lo que más nos llama y gratifica de estas experiencias.

Pero hay más, en general como cosas positivas de abrir tu casa a viajeros, aparte de las más evidentes como practicar el inglés, vencer o trabajar esos primeros momentos de timidez, aprender a confiar, etc.

Sobre todo lo que hemos aprendido, es que por muchas diferencias culturales que pueda parecer que tenemos con gente de otros países, al final no somos tan diferentes y todos tenemos el mismo nexo: vivir tratando de ser lo más felices que podamos y repartir un poquito de esa felicidad a nuestro alrededor.

O por lo menos parece ser que ese tipo de gente es la que atraemos hasta nuestra casa.

Así que animamos a aquellos que tengan dudas al respecto a que venzan sus miedos o reservas y prueben la experiencia, porque a la larga seguro serán más las experiencias positivas y enriquecedoras que no los puntuales momentos no tan positivos que seguro también tocará vivir.


 “La alegría de acoger, vivir y viajar en familia” – Bajo el olivo -Sous l’Olivier

¡Cuando descubrí, gracias a Irabela, la plataforma Workaway, supe en seguida que la íbamos a adorar! ¡En efecto, en nuestra familia,  el viaje nos atrapa, en el lugar o a la inversa! ¡Hasta es una de las claves de nuestro aprendizaje en familia!

¡Viajar, es crecer, aprender a vivir juntos, ir al encuentro del otro, descubrir su lengua, sus costumbres, sus creencias, sus riquezas! ¡Viajar es construir la paz!

Viajamos mucho en familia, y acogimos también mucho. Varios amigos vinieron para quedarse en nuestra casa, algunas  semanas, meses. Necesitaban un hogar, nos ofrecían su presencia y su amistad. ¡Qué de intercambios, de descubrimientos, de desafíos también! ¡Son momentos qué marcaron nuestras vidas, cambiaron nuestros corazones!

También tuvimos la suerte de acoger a invitados que venían de más lejos, concretamente familias de homeschoolers que descubrían Europa. Hace algunos años una mamá americana, Amy, nos hizo el favor de venir visitarnos con su gran hija Ann. ¡Qué encuentro extraordinario!

Ann era la más joven de su familia, y justo un poco más grande que nuestras hijas mayores. ¡Encontrándola, hablando con ella y con su mamá, podíamos anticipar un poco nuestro futuro, la posibilidad de crecer en familia hasta la edad adulta!

Con Ann, los niños hicieron pulseras brasileñas… ¿Pero cómo compartir las ideas, las técnicas?

Crearon un mini diccionario para entenderse:

Visitamos Bélgica con ellas, Brujas, las Ardenas, los castillos…

Visitar tu propio país con extranjeros es una experiencia muy sorprendente. ¡Vemos un montón de cosas que jamás habíamos visto, miramos todo con otros ojos! Nos hacemos turistas en nuestro propio país… Redescubrimos los sabores de nuestras especialidades 😉

Hoy, con Workaway, descubrimos una nueva experiencia más. Acogemos estos días a Agata, que viene de Polonia. Habla inglés, y le ofrece a toda la familia una buena inmersión en esta lengua. ¡Nos ofrece también  su trabajo a cambio de alojamiento y comida, y su participación nos da alas!

Los proyectos que dormían toman cuerpo, trabajamos todos juntos con ella, parloteando sobre las costumbres belgas, españolas y polacas, sobre el aprendizaje en familia, sobre los viajes …¡Qué bello encuentro!


 “Una puerta a otros mundos” – Algo que recordar

Antes de irnos a dar la vuelta al mundo decidimos empezar por acoger personas en casa. Todavía quedaban algunos meses para que nuestro viaje soñado se convirtiera en realidad y la espera se nos estaba haciendo interminable.

Decidimos que la mejor forma de acelerar el tiempo era trayendo el viaje a nuestra propia casa y así fue cómo nos lanzamos a tener nuestras primeras experiencias de couchsurfing. Como explicamos en este post, decir que haces couchsurfing, le suena a mucha gente como si hicieras intercambio de parejas o tríos.

Hay muchos que ven en esta práctica, un punto de locura o irresponsabilidad.– ¡¡¡¿Habéis metido a un tío que no conocéis de nada en casa?!!! – Sí… y le hemos dejado las llaves y le hemos dicho que coja lo que quiera de la nevera… que esté cómodo.

Nos propusimos redescubrir nuestra propia ciudad y decidimos que con cada nuevo huésped haríamos planes completamente diferentes.

Nuestra primera vez fue con Gareth, un neozelandés que por aquel entonces tenía 29 años, incontables experiencias de couchsurfing y muchos kilómetros recorridos. Gareth se encargó de quitarnos el miedo que a prioiri dan este tipo de experiencias de un plumazo.

Luego llegó Marcel, un filipino entrañable que nos abrió los ojos con respecto a varias cuestiones sobre lo que se sabe y no se sabe de nuestro país fuera de sus fronteras.

Y después de él Zoe, una hongkonesa que se reía de nuestros intentos de sorprenderla culinariamente mientras repetía «¿pero qué pensáis?…vengo de China. Puedo comerme cualquier cosa».

Lo que no sabíamos en aquel momento es que un año después estaríamos pasando el día de Navidad con Marcel y su famila al estilo tradicional filipino, o que nos encontraríamos de nuevo con la versión ejecutiva de Gareth, esta vez en Australia.

Y es que, este tipo de experiencias nos han abierto la puerta a otros mundos y nos han puesto en contacto con personas con las que sin saberlo, teníamos mucho más en común de lo que podíamos imaginarnos.

Personas que como nosotros, soñaban con recorrer el mundo, con conocer otras culturas, con aprender idiomas. Dispuestas a confiar en los demás y a demostrarle a su entorno que a veces, ponerle un poco de locura a la vida, es lo más cuerdo que has hecho nunca.


«Dos visitas muy especiales» – Yvonne Laborda Sans

(Relato transcrito y no literal)

En primer lugar me gustaría contar la historia de una mamá canadiense que conocimos cuando estuvimos en el festival de aprendizaje autónomo Hesfes, en Inglaterra. Esta mamá viajaba en autocaravana, era madre soltera y sus cuatro hijos eran adoptados.

Después de conocerla en el festival de Hesfes estuvieron visitándonos en casa. Era mamá de acogida y desde sus 22 años (por entonces tenía 32) había llegado a acoger 30 y tantos niños. De ellos había adoptado a 4.

Al estar viajando por Europa en Caravana le dijimos que cuando pasara por España si les apetecía podrían pasar unos días en casa y descansar. Y eso es exactamente lo que hicieron y nosotros encantadísimos.

Imaginaos el caos en casa. 7 niños y dos mamás. Ha sido una de las experiencias más bonitas, humanas y enriquecedoras que he vivido. Aprendí mucho de ella en tan sólo 3 días.

Estuvimos hablando mucho sobre temas de crianza respetuosa y sobre el aprendizaje autónomo. Daba gusto ver como trataba a sus hijos. Tan respetuosa, comprensiva… Hacen falta más mamás como ella.

Ella es otra de las pocas personas con las que yo pude ser yo misma y sentirme a gustísimo. Esta experiencia me ha ayudado a acercarme más a la mamá, mujer, persona… que deseo ser.

(Podéis leer más sobre la experiencia de Yvonne con Kristy aquí).

Otro viaje a la inversa nuestro tuvo lugar a la vuelta de nuestra estancia de año y medio en Escocia. Fuimos a vivir allí porque a mi compañero Andreu le salió una muy buena oferta de trabajo. Yo me ocupaba más de los niños y trabajaba online en mis proyectos de crianza consciente.

Estando allí conocimos a una familia escoceso-portuguesa, con la que hicimos muy buenas migas. Él es escocés y ella portuguesa. Por entonces tenían tres hijos (ahora ya tienen 4).

Nosotros al año y medio de estar allí nos volvimos, principalmente porque los niños echaban de menos a sus amigos y el clima.

Al poco de estar nosotros de nuevo en Lérida nuestros amigos escoceso-portugueses emprendieron también su traslado a Portugal, que incluyó una parada de unos cuantos días en nuestra casa.

Fue toda una aventura. Ellos venían desde Escocia con su coche y un remolque lleno hasta los topes de todo lo que pudieron meter al disolver su hogar de Escocia, cubierto por una lona y atado con muchas cintas.

Pues resulta que al hacer su entrada en Lérida el remolque volcó en plena ciudad. Andreu tuvo que ir a ayudarles… También al irse tuvieron problemas, porque el acceso al garaje estaba en pendiente y no podían salir. Tuvieron que vaciar todo el remolque de nuevo…

Estuvieron en casa una semana. Habilitamos una sala muy grande que tenemos para ellos y compartíamos la cocina. Fue muy rico porque hablamos inglés y hablamos también mucho catalán y portugués, que son muy parecidos.

Él es pizzero y le gusta la cocina internacional y estuvimos cocinando muchísimo. A ella le encantan las manualidades Waldorf y también estuvimos mucho con esta actividad. Y les llevamos a ver la ciudad.

Después de esta aventura continuaron su camino a Portugal, donde han tenido su cuarto hijo.


 

¿Qué tal? ¿Después de este post has comenzado a plantearte despejar de una vez esa habitación que tienes llena de trastos para convertirla en tu nido de viajes a la inversa?

Despejar y hacer hueco a lo nuevo es importante; recuerda lo bien que te puedes sentir soltando lastre

¿O a lo mejor estás pensando hacerte por fin con un sofá cama ;-)?

Cuéntanos… ¡Nos vemos en los comentarios!

Irabela’s somos una familia de 4 que se ha lanzado a vivir el nomadismo digital y el worldschooling.

Desde diciembre de 2016 vivimos viajando, sin lugar de residencia fijo. Si quieres seguir en vivo nuestra andanza por el mundo y recibir nuestros artículos en torno a aprender, trabajar y vivir en libertad puedes suscribirte aquí:

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